Written by Rotafolio

Juárez, golpe demoledor al autoritarismo

Juárez, golpe demoledor al autoritarismo

– Javier Corral Jurado

15 de mayo de 2002

No fue como se dice una jornada electoral ejemplar; ni es cierto que refleja el avance que hemos logrado en el diseño de órganos electorales confiables, ni de “nuestra” vanguardia en la legislación de la materia.

Por el contrario, el proceso electoral extraordinario de este 12 de mayo en Ciudad Juárez, – que dio el triunfo por segunda ocasión al candidato panista Jesús Alfredo Delgado – tuvo hechos verdaderamente regresivos y preocupantes para el desarrollo de nuestra democracia, circunstancia que nos alerta de la forma en que el priísmo está dispuesto a operar y tratar de recuperar el poder. Se pusieron en marcha diversos tipos de cooptación y acarreo, y cuando se vieron perdidos, aprovechando el estrecho margen de diferencia del ganador, quisieron arrebatar y maniobrar en una operación que mostró las debilidades de ciertos actores, entre ellos algunos medios y autoridades electorales, pero puso en claro hasta dónde está dispuesto a llegar Patricio Martínez en su desmedida ambición de poder: hasta el fraude electoral mismo, si se necesita.

A estas alturas es ininteligible que no aprendan la dura lección que les ha propinado a fuerza de votos el batallador pueblo de Ciudad Juárez. Cierto que el golpe electoral que se ha llevado el Gobernador es demoledor para sus planes personales, es el principio de su final y tiene plena conciencia de ello. Sabe que de perder el poder estatal en el 2004, dos escenarios son muy posibles en su futuro político: o huye del país, o enfrenta la justicia penal para dar cuenta de su enriquecimiento inexplicable, sus complicidades mafiosas.

Por eso fueron a todo y con todo; y por eso mismo les duele tanto. En julio del año pasado en que se realizaron las elecciones ordinarias sus fuerzas estaban dispersas en 67 presidencias municipales y en retener el control del Congreso; pero ahora, que sólo se habían concentrado en la frontera, destinadas ahí todas las energías de su obsesión enfermiza por poseer la ciudad a la que desprecia, pero a la quiere consigo, ha perdido por segunda ocasión. Inimaginable para la sobredimensión de su protagonismo.

Y eso es lo que permite destacar el valor ciudadano y el grado de politización de los juarenses que participaron en las casillas. Derrotaron en condiciones adversas a una maquinaria que no reparó en gastos, ni en practicas de manipulación informativa, ni en la abierta utilización de la burocracia y de los recursos públicos de los gobiernos estatal y municipal para favorecer a su candidato. El monto del dinero utilizado es insultante.

Lo importante es que el dispendio de recursos no atrae nuevos electores ni obra a favor de la participación ciudadana, tiene un efecto contraproducente. No puede seguir siendo el dinero el eje de las contiendas. Desalienta al ciudadano ver con dolor su propia tragedia frente al derroche de millones de pesos tirados en propaganda, publicidad y pintura, mientras se acumulan las necesidades y los apuros económicos. Con mucho la Alianza de priístas con expriístas rebasó los topes al gasto de las campañas; no hubo autoridad electoral que lo sancionara.

A los excesos del dinero, se sumaron los caprichos personales. El gobernador Patricio Martínez decidió competir con el mismo candidato derrotado en el 2001, y luego se empeñó en llevar al PRI a una alianza electoral con fuerzas no significativas y si un tanto desprestigiadas en Chihuahua como el PT, el PVEM y el PSN, y después de insistirle a una fracción del PRD para enfrentar juntos al PAN, sólo logró traerse a quien había sido su candidata a alcaldesa tres años antes. En realidad se trató de una devolución al PRI de la Licenciada Nora Yu, tan arraigada en la cultura priísta que de renegada pasó a regresiva. Esta última incorporación fue una mala decisión que afectó doblemente: pues molestó tanto a los priístas de quienes renegó, como a perredistas a quienes traicionó.

La alianza no dio lo que esperaban ni en imagen, ni en el resultado final. Ni con la suma de los votos que esos minipartidos puedan acarrear por si mismos en Ciudad Juárez, se pudo vencer al PAN.

Lo sabían de antemano tras conocer una serie de encuestas públicas que diversas empresas y medios de comunicación realizaron en esa Ciudad fronteriza; siempre estuvo en la delantera el Licenciado Jesús Alfredo Delgado, quien por cierto, se convierte en un candidato a alcalde dos veces electo en un periodo de sólo diez meses.

Por eso mismo el operativo de acarreo a casillas se puso en marcha como en sus mejores tiempos. Varias estaciones de radio que transmitían minuto a minuto el desarrollo de la jornada dieron cuenta de innumerables quejas de movilización de personas en un dispositivo hormiga: se utilizaron automóviles de alquiler, “taxis”, afiliados a la CTM. El periódico Norte de Ciudad Juárez – que se distingue por su independencia y rigor profesional -, documentó en su edición del lunes 13 de mayo los principales hechos de esa operación delictiva.

También se volvió a utilizar la estructura magisterial de Chihuahua; lo que representa uno de los ángulos más lamentables de este proceso, pues aunque ahora sólo se les registró como observadores y no como promotores del voto, lo cierto es que la presencia de los profes en las casillas – muchas de ellas instaladas en sus escuelas -, fue una presión hacia los padres de familia votantes que una garantía a la limpieza de los trabajos electorales. Más aún cuando podían permanecer dentro de la casilla.

Los juarenses desafiaron todo ello y confirmaron su voluntad expresada el año pasado, misma que les fue anulada por el Tribunal Federal Electoral bajo algunas consideraciones de conciencia sobre la equidad e imparcialidad del proceso. La participación ciudadana sólo creció en 1.2% en relación a la anterior, se colocó en 36.43 por ciento. El PAN obtuvo ocho mil votos más en ésta, pero bajó su margen de triunfo de tres a un punto porcentual, la diferencia es de apenas 2,200 votos. Así se construye la democracia: con los que participan, y en ella se pierde y se gana por un voto.

En Ciudad Juárez se han dado ya esos márgenes estrechos: en 1995, el candidato panista y luego alcalde Ramón Galindo Noriega obtuvo una diferencia de 1,600 votos, casi uno por casilla; los votos nulos llegaron a cerca de nueve mil. También entonces el PRI quiso encontrar en los votos nulos el pretexto para deslegitimar el proceso y refugiarse en aquello de que “de lo perdido lo que aparezca”. El ejercicio se hizo sólo sobre los supuestos que la ley prevé para poder abrir una urna, pero fue tan inútil que a la mitad desistieron. Es lógico: si algo pelean los representantes de las casillas es cada uno de sus votos, por eso firman o no el acta de escrutinio.

Ahora la apuesta no es tan ingenua como antes: buscan abrir todos y cada uno de los paquetes no porque sinceramente crean que sus representantes actuaron como menores de edad; quieren llevar el proceso a la ilegalidad, colocarnos en el supuesto de la elección de Tabasco a finales del 2000 en el que una de las causales de la nulidad decretada por el Trife fue la apertura indiscriminada de paquetes, para implorar nuevamente la anulación. Ya se ven el resto del período municipal continuando con su Concejo espureo.

Sería criminal para Ciudad Juárez, para el futuro de la democracia, que se salieran con la suya. No es descartable, si pensamos en quien gobierna Chihuahua, sus alcances y su estructura mental trastocada, su personalizada alterada. En la noche de la elección – lo escuchamos cientos de personas -, los dirigentes del PRI, algunos de ellos diestros en el robo de votos y las tareas de la defraudación electoral desde 1986, aseguraban tener la totalidad de las actas y contar con mil votos arriba del PAN. ¿Qué habían hecho a esa hora, para afirmar tal disparate?. ¿Qué estarán haciendo hoy?. ¿Qué harán en el futuro?. ¿Lo que hicieron en el pasado?. ¿Hasta allá nos regresará Patricio Martínez a los chihuahuenses?.