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Deber y Conciencia.

Javier Corral Jurado | La Silla Rota.

 

 

A muchos de los que están cerca de mi entorno político y de mi quehacer legislativo consta que, empeñado en trascender la esfera de los partidos, pero no prescindiendo de ellos, busqué afanosamente junto con otros líderes políticos y sociales construir un frente opositor entre las fuerzas democráticas de mi Estado, así como conseguir un candidato común, dentro o fuera de los partidos, y un programa de transformación que culminara en un gobierno de coalición. Aquí escribí varias veces sobre la necesidad de la Unidad Democrática de Chihuahua. En torno de ese objetivo y para conseguir la más amplia convergencia, varias veces me descarté como aspirante a la Gubernatura; subordiné cualquier interés personal a la causa que une a chihuahuenses de diferentes ideologías, partidos y credos.

 

Particularmente estaba convencido de que una figura como la de Miguel Fernández Iturriza podía ser el vértice de esa convergencia, desde la derecha hasta la izquierda; se trata de un empresario que asumió el deber cívico en la lucha democrática de los ochenta, con experiencia política y visión social, trocadas todas esas cualidades en los últimos años en uno de los proyectos más integrales de desarrollo social y económico de la fronteriza ciudad Juárez, “Plan Estratégico”. Pero el diagnóstico de Miguel sobre la efectiva participación ciudadana en su propio rescate, linda casi en la decepción. No aceptó nuestro planteamiento. Otros intentos con varias insistencias culminaron igual.

 

En la búsqueda se me regresó el balón a mi cancha. Varios liderazgos políticos y sociales, tanto de mi partido como de otras agrupaciones, me pidieron reconsiderar mi decisión de no buscar la gubernatura y fui claro en sostener que no volvería a competir en un proceso interno sin garantías de legalidad, imparcialidad y padrón efectivo de militantes. A los dirigentes de mi Partido les expresé con toda seguridad que nunca más participaría en un herradero interno, en el que además estaría metido hasta la cocina con varios de sus tentáculos dentro del propio PAN, el corrupto de César Duarte. Si el Partido aceptaba resguardarse del corruptor, escuchar la voz ciudadana y la auténtica opinión de sus militantes para reconocer la opción más competitiva, comuniqué que estaría dispuesto a participar.

 

El 10 de enero, el consejo estatal de Acción Nacional en Chihuahua acordó el método extraordinario de designación de su candidato a Gobernador por una amplia mayoría de 72 votos a favor, 12 en contra y una abstención. La designación fue conferida a la Comisión Permanente del Consejo Nacional y ceñida a dos procesos de medición de los aspirantes, una encuesta estatal abierta a toda la ciudadanía y una consulta telefónica a los militantes, además de una valoración integral de esos resultados con otros elementos como trayectoria, perfil, programa y visión, manejo de instrumentos comunicacionales y oportunidad política.

 

El miércoles 20 de enero reunidos en la Ciudad de México con el Presidente Nacional del PAN, Ricardo Anaya, confirmamos nuestra participación en ese proceso María Teresa Ortuño, Carlos Angulo, Carlos Borruel, Juan Blanco, Jaime Beltrán del Río y un servidor. Todos estuvimos de acuerdo en la mecánica y tiempos del levantamiento de las encuestas, la empresa encuestadora y se recogieron todas las observaciones que se hicieron al cuestionario base. El ejercicio de medición se realizó del 23 al 25 de enero. Antes de que iniciara el levantamiento, el aspirante Beltrán del Río se retiró del proceso, renunció al Partido, acusó dedazo y acto seguido, se registró como precandidato del PRD. Acción Nacional se libraba en los hechos de uno de los tentáculos del gobernador.

 

El miércoles 27 se llevaron a cabo las entrevistas para explicar las razones de cada uno de los aspirantes, los motivos de la participación y la oferta programática que de sentido a la búsqueda del voto. Pero la sesión del jueves 28 de enero en la que se tomaría la decisión de designar al candidato no se realizó por falta de quórum y se postergó para este próximo miércoles 3 de febrero. Durante esta semana se puso en marcha toda una campaña de distorsión, manipulación y falsificación informativa en varios medios de comunicación de Chihuahua sobre mi participación en el proceso y el resultado de los dos sondeos. Un medio aseguró conocer una carta de renuncia a la candidatura de mi parte dirigida a Anaya, ¡sin transcribir un sólo renglón!  Vi publicada mi esquela en algunos otros pues afirmaron que había quedado “muy abajo” en la encuesta que, según fuese el medio, ganaba Carlos Borruel o Juan Blanco. Un inútil como absurdo juego de especulaciones.

 

Las plumas pagadas del gobernador – en los espacios de nula credibilidad – difundieron toda clase de mentiras, con filtraciones interesadas y obviamente sesgadas, como si eso pudiera modificar los números de las encuestas e influir en la decisión final de los órganos del Partido. Si alguna certeza tiene el Partido a nivel nacional sobre Chihuahua, es el control que Duarte ejerce, por la vía del presupuesto público, de la mayoría de los medios de comunicación, por lo que han perdido buena parte de su otrora influencia. Hoy la gran diferencia son las redes sociales, termómetro indiscutible de los verdaderos humores ciudadanos.

 

En su desesperación por influir en la decisión del PAN, el gobernador mandó a la palestra electoral a un magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado para decir que estaba impedido para ser candidato a Gobernador porque no pedí licencia en la fecha que César Duarte les impuso a todos los aspirantes priístas. Al alcalde de la capital, Javier Garfio, le hizo incluso declarar que su licencia ¡era sin retorno! Sin el más mínimo rubor, ni elemental respeto por la ética judicial, el magistrado LuisVillegas salió a agredirme en lo personal y a descalificarme “jurídicamente” como candidato. Obviamente tiene que agradecerle a Duarte, así sea en la genuflexión más penosa, ser magistrado sin mérito alguno.

 

Pero todo ello da cuenta del miedo que circunda a la casa de gobierno estatal. Saben que si resulto candidato del PAN daré una batalla sin tregua y esta vez sí la puedo ganar. No sólo están dadas las condiciones para relevar al duartismo del poder estatal, saben que puede venir la justicia que Chihuahua reclama frente al saqueo y la impunidad que hasta ahora gozan. Conocen a la perfección el pulso ciudadano en las preferencias electorales y el extendido malestar entre la población, incluidos miembros de su propio Partido.

 

Continúo por supuesto en el proceso y esperaré la decisión. A diferencia de mis compañeros aspirantes he dicho que la apoyaré sin reservas, cualquiera que ésta sea. Decidí someterme al ejercicio, me aseguré de los criterios objetivos, y no tengo más que aceptar el resultado.

Si participo es por deber y conciencia; por el amor entrañable a mi tierra y la dignidad de su gente. Orgullo y esplendor hoy postrados por un tirano, vulgar ladrón. Ese es el anhelo y debiera ser el deber de todos y todas para poner fin a este desorden, a esta injusticia, a esta miseria, a esta depresión dolorosa; para construir un orden armonioso, justo, pacífico; un orden en plenitud de abundancia, de bienestar y conocimiento, de libertad y de alegría.

Claro que no está fácil y sobrevendrá no sólo el tirano con sus peores mañas, sino una maquinaria que apuesta al final de toda campaña a comprar la voluntad, aprovechándose de las necesidades y carencias que ellos mismos mantienen, como mecanismo de su permanencia en el poder.

Pero frente a la adversidad, habrá que reafirmar que nuestra opción es moral. Uno de los más preclaros pensadores del PAN; compañero de Gómez Morín en la obra fundacional, Efraín González Luna, da luz para este momento: “Hay una misión humana, indeclinable. Abandonarla es poner en peligro la dignidad, la integridad personal, la familia, la libertad, la justicia, la paz, el orden, el destino propio y el de los seres que más amamos, el de nuestra familia, el destino propio y el de la comunidad más amplia, plena, rica, fecunda, que es la patria. Hay una misión, hay un deber, que no puede renunciarse, porque si respecto de ellos nos hacemos disimulados; si permitimos que sean inmunemente violados, es lo mismo que si estuviéramos aceptando nuestra propia esclavitud y que por cobardía estuviéramos vendiendo lo que de más sagrado tenemos aquí y mas allá. Me estoy refiriendo al deber político; me estoy refiriendo al bien común”.

No es un hombre completo, en la plena acepción de la palabra, quien no sabe ser un ciudadano. La ciudadanía no es un adorno; no se es ciudadano en la forma secundaria y contingente como se puede ser miembro de un club deportivo o de una agrupación de aficionados de cualquier cosa. La ciudadanía no es un pasatiempo ni un oficio intrascendente; es una dimensión esencial de la personalidad humana, y por lo mismo no puede el hombre despojarse de ella y dejarla tirada y abandonada, porque se condenaría a sí mismo a no ser plenamente hombre. Esta es una verdad incuestionable.

Otro clásico de la ética política, en sus dos vertientes, la de la convicción y la de la responsabilidad, Max Weber, nos recuerda que un político sin convicciones es, sencillamente un oportunista, un profesional de la manipulación y un vendedor de humo. Pero un político sin conciencia de su responsabilidad, perdido en su mundo neurótico de utopías irrealizables, conduce a la derrota segura. Ténganlo por cierto que ese no será nuestro caso.