Written by Rotafolio

Gómez Morín: Ética y política

En el Parque “Ciudad Deportiva” de la capital chihuahuense, un pulmón que oxigena la mejor recreación familiar y deportiva -donación por cierto de la filantropía de Emilia Mulller de Elías-, se encuentra la estatua de Don Manuel Gómez Morín. Es un monumento colocado en el corazón mismo de Chihuahua como el homenaje permanente a uno de los más ilustres mexicanos del siglo XX, creador de instituciones y fundador, entre ellas, del Partido Acción Nacional. La efigie de Don Manuel, en bronce, es del escultor Carlos Espino y el basamento de la arquitecta Marisela Botello.

En el impulso de su edificación destacan Martín Vargas Téllez, Guillermo Luján Peña, Arturo Fuentes, quienes contaron con el decidido apoyo de Don Luis H. Alvarez, que como senador de la República abrazó el proyecto y consiguió el respaldo de aquella bancada para su financiamiento esencial.

Ayer estuvimos ahí en ese histórico y majestuoso monumento varios chihuahuenses para recordar el nacimiento de Don Manuel Gómez Morín, que aconteció un 27 de febrero de 1897, en Batopilas, un recóndito mineral en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, de donde quien también fuera rector de la Universidad Nacional salió a los cuatro años para emprender uno de los recorridos más trascendentes que un hombre puede emprender por su Nación, y del que sus huellas se encuentran en diversos ámbitos de la vida política, social y cultural de México.

Su padre Manuel Gómez Castillo de origen español (Santander) murió a los 24 años cuando aún no cumplía su único hijo un año de edad, su madre Concepción Morin de Avellano era nativa de Parral. Una mujer extraordinaria que al enviudar liquidó el pequeño patrimonio y se trasladó a Parral alrededor de 1901, de ahí partieron para la ciudad de Chihuahua en donde vivieron por corto tiempo. Posteriormente buscando un mejor lugar para sacar adelante a su pequeño hijo migraron a León (Guanajuato), ahí en el colegio del “Sagrado Corazón” terminó Don Manuel sus estudios primarios que había iniciado en los colegios “Progreso” de Parral Chihuahua y “Palmore” de la Ciudad de Chihuahua. Cursó los primeros años de preparatoria en la escuela de “María Inmaculada” que había fundado el ilustre obispo de León, Guanajuato, Emeterio Valverde y Téllez.

A finales de 1913 se fueron madre e hijo a la Ciudad de México en donde ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria y terminó su bachillerato. Estudió durante los años de la Revolución mexicana la licenciatura en derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de México, fue discípulo de Antonio Caso, y compañero y amigo de Daniel Cosío Villegas, Miguel Palacios Macedo y Vicente Lombardo Toledano como universitario luchó por la autonomía de su alma mater. Obtuvo el título de abogado en 1918 a la edad de 21 años, fue titular de las clases de Derecho Político y de Derecho Constitucional, materias que empezó a impartir antes de titularse.

Perteneció a la generación conocida como 1915, fundó la Sociedad de Conferencias y Conciertos con Alfonso Caso, Vicente Lombardo Toledano, Antonio Castro Leal, Jesús Moreno Baca, Teófilo Olea y Leyva y Alberto Vásquez del Mercado, grupo que años después sería conocido bajo el nombre de los Siete Sabios.

Durante su paso por la Universidad Nacional llevó diversos cursos de filosofía y letras en la Escuela Nacional de Altos Estudios de la misma Universidad Nacional. Adelantando materias (créditos escolares), hizo su carrera profesional en cuatro años en lugar de los cinco años normales y fue el primero de los Siete Sabios de México que se tituló.

Empezó a practicar su carrera de abogado dos años antes de titularse en el despacho del licenciado Miguel Alessio Robles ubicado en el edificio del Banco de Londres y México; ya titulado, instaló su oficina en el mismo edificio, oficina que conservó hasta su muerte. Con excepción de los pocos años que laboró en la Secretaría de Hacienda y como rector de la UNAM, vivió siempre de su trabajo como abogado, por 1927 fue representante legal de la embajada soviética en diversos asuntos legales.

En un momento el que se atiza sobre la política y el sistema de partidos nuevos intentos fascistas para su liquidación, y se pretende generalizar las conductas vulnerables de algunos sobre el conjunto, nada mejor que recuperar – como conciencia de un deber que no puede traicionarse -, el sentido gomezmoriniano de la política y su mayor creación que fue el PAN,

Porque fue Acción Nacional obra indiscutible del Chihuahuense Manuel Gómez Morín, quien depositó en ella lo más decantado de su experiencia personal, profesional y académica; no sólo las luces más brillantes de su pensamiento político, sino la madurez de su visión humanista, los valores del alma con los que se nutrió nuestra organización. De acuerdo con Efraín González Luna, su compañero en la obra fundacional, Gómez Morin “reclutó el equipo inicial, erigió la estructura doctrinal, movió las almas tras el ideal resucitado o recién nacido… instauró métodos y estilos, definió objetivos fue jefe y recluta, maestro y aprendiz, propagandista y candidato, periodista y tribuno, ejemplo, estímulo, animador infatigable, amigo generoso y fiel camarada en la noble faena”.

Siendo como lo describe González Luna, el promotor esencial, convicción y motor de los seis meses previos de trabajo a la asamblea fundacional y luego al frente del partido los diez primeros años, Don Manuel tuvo el cuidado de “defender su obra del peligro de la dependencia personal”. Por eso la institución persiste a nuestros días.

Aquel fue el espíritu constructor. El momento fue un cruce de caminos. En el turbulento México de la época, desgarradora la condición de los mexicanos, entronizado ya un partido oficial en la mera explotación del poder, sucesión de luchas intestinas y traiciones entre los mandos de ese poder, instalado el fraude electoral como la bancarrota de la revolución usufructuada, una generación, la de 1915, optó por el deber de la acción política responsable, que significan doctrina y organización, y de esa generación, uno de sus miembros más lúcidos, se separó de la “mecánica de la opción” y optó por la “opción moral” dando origen a Acción Nacional.

Don Manuel Gómez Morín lo explica así a la Asamblea Constituyente en el discurso de bienvenida el 14 de septiembre de 1939: “Nació la idea de un grupo de jóvenes en el umbral de la vida pública, puestos ante la encrucijada de caminos y solicitaciones, de obstáculos y de repugnancias que siempre, pero más partícularmente ahora, se presentan al que empieza a vivir. Mas particularmente ahora, porque la preparación previa es más deficiente, más llena de elementos contradictorios, más insegura y vacilante; porque la vida es más contrastada de dificultades y amenazas de un lado, de fáciles satisfacciones del otro; porque la sociedad actual está sacudida desde sus cimientos y parece haber perdido la noción misma de trayectoria y de destino; porque México pasa por una época de especial confusión y los problemas tradicionales trágicamente intactos, se agravan con problemas nuevos de extrema gravedad; y porque una pesada tolvanera de apetitos desencadenados, de propaganda siniestra, de “ideologías” contradictorias, de mentira sistemática, impide la visión limpia de la vida nacional”.

De los documentos fundacionales, discursos y ensayos, de los informes que Gómez Morín rindió al Consejo Nacional durante su primer decenio, no hay duda de que en el ánimo del PAN – su alma -, estuvo como principal y rectora intención la rehabilitación moral de la política. La consecución del poder estuvo siempre ligada a ese espíritu, y por ello mismo tuvo la fortaleza para enfrentar durante más de seis décadas a uno de los sistemas políticos más autoritarios y cínicos, de cuantos se puedan enumerar en América Latina. Insertar en la vida pública de México un concepto de ética para la política, y un objetivo de Bien Común para el gobierno, fueron parte de su consistencia, como motivo transformador.

Con la fundación de Acción Nacional Don Manuel Gómez Morín buscaba afanosamente “ayudar realmente a la formación y organización de la ciudadanía de México, hacer que tengan cada vez más eficacia y substancia real las instituciones fundamentales que hasta ahora han sido formulismo y falsificación”. No se limitó a promover el pensamiento crítico que presionara la funcionalidad de las instituciones gubernamentales, sino que hizo un especial énfasis en los retos de Acción Nacional, no sólo a corto plazo, sino en esa constante brega de la eternidad como él mismo la llamó: “…lo que México necesita es, primero, una renovación moral, una nueva generación libre y limpia y una seria comprensión técnica de los problemas que nos son propios, de nuestras verdaderas condiciones de vida y de nuestras propias resoluciones.”

No puede ser más oportuna esta celebración, como memoria y esperanza del esfuerzo y la lucha que hoy retomamos en Chihuahua contra la tiranía, la corrupción y la impunidad. Recuperar ese talante es imperativo ético para la acción que busca reivindicar la política como el principal y más efi