A raíz del encuentro que Don Julio Scherer García, fundador de la revista Proceso, tuvo con Ismael "El Mayo" Zambada en su guarida, "un lugar no revelado", se ha generado una diversidad de opiniones discrepantes sobre la calidad profesional de esta entrega periodística, y sobre el sentido ético con el que el veterano periodista mexicano actuó al ir al encuentro de uno de los capos del narcotráfico más mortífero de que se tenga memoria, señalado incluso como uno de los responsables del asesinato, desaparición y silenciamiento de varios periodistas mexicanos.
A esa falta de solidaridad gremial, de la que conocen poco las glorias de casi todo género profesional, sobrevinieron a Scherer otras duras críticas por el tono de su diálogo afectuoso, el advenimiento de un protagonismo de primer plano insospechado en el periodista, capaz ahora de posar para la cámara y tomarse la foto con el número dos del cártel de Sinaloa, que deja caer su brazo asesino sobre el hombro de Scherer , y quizá lo más cuestionado, la ausencia del hecho principal que justificaría el encuentro: no hubo entrevista. Sin indicios de indagatoria alguna que "rajaran la leña" del entrevistado, la crónica de Don Julio termina recuperando del encuentro el perfil humano de quien pasa sólo como desalmado para el país; ahora sabemos del padre que llora por su hijo en prisión, del capo que tiene miedo, del que anda a salto de mata, del que no sabe si tendrá los arrestos para matarse el día que lo agarren, el capo que denuncia los abusos del ejército.
Sin diálogo que le diera fuerza, se presentó entonces como principal elemento periodístico de ese encuentro inimaginable, la fotografía misma que ocupó, sobrevolada, toda la portada de la edición de Proceso correspondiente al 4 de abril del mes pasado. Y esa fotografía golpeó, como un marrazo, en la cabeza de un gremio atemorizado y ya en varias regiones del territorio nacional vencido por la acción de los criminales. Golpeó de una manera inusitada, por lo que Don Julio representa en el periodismo mexicano libre y libertario. A mi me impactó sobremanera, y me resulta hasta ahora incomprensible ese viaje riesgoso hacia la inutilidad periodística, en donde Scherer sólo se convierte en portavoz del delincuente para mandar al gobierno, quién sabe exactamente qué mensaje.
De las reacciones que Scherer suscitó – inmediata y atrevida -, fue la de Héctor Aguilar Camín la que puso el dedo en la llaga. "Si alguien conservaba alguna duda de que el narco sabe usar a la prensa y hay prensa que se deja usar por el narco, no tiene más que acudir al encuentro que Julio Scherer aceptó tener con Ismael El Mayo Zambada, uno de los más buscados y temidos de México". El director de la revista Nexos y una de las mentes más estructuradas en el análisis del día con día, escribió sin ambages: "Zambada escogió a un vocero periodístico con autoridad. La autoridad del vocero confiere autoridad al que habla y el que habla, aunque habla poco, reconoce la autoridad de su vocero: ha leído sus libros y le parece que no miente".
"Supongo que Scherer no hace sino repetir una vieja historia de periodistas en países donde el crimen organizado se vuelve centro de las noticias. Llegados a ese punto, de pronto la entrevista con un jefe del narco es codiciable. Momento climático de nuestra confusión pública: el criminal se vuelve personaje y puede escoger al periodista que lo visita. El Mayo Zambada escogió a un santón de la prensa mexicana, y el santón fue a su guarida, derramando adrenalina, valentía, entereza periodística. Qué pena".
Al artículo de Aguilar Camín siguieron otras colaboraciones periodísticas a favor y en contra del encuentro de Scherer con el "Mayo" Zambada. Denise Maerker asumió de entrada que se corre el riesgo de que el periodista termine siendo portavoz del delincuente, pero para ella, "lo bueno: a pesar de que fue una entrevista fallida, porque Zambada no aceptó responder a las preguntas de Julio Scherer, sí nos aporta información sobre cómo viven hoy los grandes capos del narcotráfico".
"Son unas cuantas pinceladas, pero ¡qué lejos está de la imagen heroica y vencedora que cantan los narcocorridos! El hombre vive asustado, a salto de mata, guarecido en el monte. Lo que nos revela también que la persecución del Gobierno es real y la temen. Y que la penetración y la corrupción de los aparatos de seguridad no es tal que les permita como antes, vivir cómodamente en sus ranchos y pavonearse descarada e impunemente en palenques y plazas de toros", escribió la también conductora de noticieros en Televisa.
Luego se produjeron otro enfoques y otras respuestas. Por ejemplo, el editor de la revista Etcétera, Israel Piña, contestó directamente a Aguilar Camín, tratando de conseguir un intercambio con el intelectual sobre lo que ha dicho y escrito sobre el tema tiempo atrás, y no centralmente sobre la visita de Scherer a la guarida de "El Mayo", aunque sí ofreció su punto de vista: "describir a un personaje, sea cual sea, forma parte de contar una historia, sea cual sea. ¿No es éste el trabajo y el deber de un periodista? Y digo "deber" porque el periodismo tiene la obligación de contar y mostrar las diferentes versiones de la historia. Hasta ahora sólo habíamos conocido la historia oficial, la que cuentan las autoridades en los boletines y presentaciones de detenidos. Con excepciones notables -como el texto de Nexos aquí aludido y otros textos publicados por el mismo Scherer- la historia del narcotráfico en México se ha construido solamente con versiones oficiales y con estadísticas de ejecuciones".
En la radio se produjo un encuentro interesante entre el doctor Raúl Trejo Delarbre, presidente de la AMEDI y Marco Levario Turcott, el director de la revista Etcétera. El contraste de las concepciones éticas sobre el ejercicio del periodismo que en este intercambio se produjo dentro del programa de Salvador Camarena en la W Radio,, confirma la necesidad de un debate nacional que vuelva la mirada sobre la responsabilidad social y la conducción bajo principios éticos del ejercicio periodístico en el tema de la lucha contra el narcotráfico. Esa breve discusión se puede consultar en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=3647.
Esta idea de debatir sobre el rol mediático en la lucha contra el crimen organizado, a partir de una conciencia de corresponsabilidad social, se ha venido planteando desde los mismos medios de comunicación y desde la academia. En su portal http://www.medios.udg.mx/node/3095, la Universidad de Guadalajara produjo un programa de internet en el que una académica y un periodista reflexionan al respecto a partir de una serie de preguntas sobre las imágenes, entrevistas y en general las formas en que los medios están presentando las noticias sobre el narcotráfico.
Para fortuna del tema se ha ido delineando una discusión más amplia pues abandonaron la personalización en Scherer y luego abarcaron espacios en radio y televisión colocando el enfásis sobre el papel del periodismo en la cobertura y tratamiento de la información relacionada con los actos criminales del narcotráfico. De manera inmejorable El Universal, ha planteado en su editorial del pasado 4 de mayo los ejes esenciales sobre los que debiera transitar una discusión sobre este asunto.
Bajo el título "CRIMINALES Y LIBRE EXPRESIÓN", el periódico plantea: "Las salas de redacción se enfrentan todos los días a preguntas que cuestionan la naturaleza misma de los periodistas: ¿es correcto publicar un comunicado de un grupo criminal o una entrevista con un narcotraficante? ¿Difundir una narcomanta significa seguirle el juego a los delincuentes? ¿Podemos permitirnos mostrar nombres e imágenes de víctimas inocentes por el supuesto "derecho" del público a saberlo todo?
Algunos han resuelto el dilema rápidamente bajo el argumento de que la velocidad del periodismo implica confiar en el "olfato" de cada quien. Otros prefieren sopesar con detenimiento los pros y los contras antes de entregarse a la tentación de ser el primero en dar a conocer un hecho. Lo cierto es que los medios de comunicación en México no tienen aún claro cuál es el papel que deberían desempeñar, en conjunto, ante una sociedad seriamente amenazada por los criminales.
Qué hacer, por ejemplo, cuando existen ciudades enteras donde hoy no se informa sobre homicidios relacionados con el crimen organizado porque los periodistas ahí están amenazados de muerte. Cada medio de su lado, la mayoría en solitario, está buscando una ruta en este entuerto, algunas veces experimentando consecuencias lamentables como el secuestro de reporteros, intimidaciones e incluso asesinatos".
El editorial se convierte en una convocatoria abierta y en una propuesta especifica: "Es cierto que las autoridades no han hecho lo suficiente para perseguir a los asesinos de periodistas, menos han actuado para protegerlos. Esta es justo la razón por la que los profesionales de la comunicación tendríamos que protegernos, doblemente, a nosotros mismos, no con guardias ni con pistolas, sino con lo que los criminales más temen de nosotros: la unión en su contra".
Y de nuevo fue Héctor Aguilar Camín quien respondió de inmediato, en su columna diaria de Milenio: "Quizá es la hora de buscar esa unión activamente y fijar una agenda común, indicativa más que obligatoria, de cómo abordar| los temas del narcotráfico y la violencia. El acuerdo de un puñado de diarios, dos televisoras y tres o cuatro cadenas de radio bastarían para fijar esa agenda. Los delincuentes han encontrado la forma de usar a la prensa nacional y callar a la local. La prensa debe resolver con claridad los dilemas que plantea la violencia como hecho noticioso para no dejarse usar por los delincuentes y suplir en sus páginas el silencio que estos imponen a colegas locales indefensos. Toda una agenda que pide todo un encuentro, el encuentro de quienes comparten esta preocupación y pueden darle una respuesta sólida, profesional y efectiva: los propios medios. ¿Quién convoca? Ya que ha planteado tan bien el problema, creo que El Universal sería una primera opción. En lo que pueda ayudar, estoy dispuesto".
Por supuesto que es posible y necesario un debate y una acción conjunta del gremio periodístico en este trascendental tema. La dramática situación que vive Chihuahua a manos del crimen organizado, haría de esta tierra el campo propicio para celebrar una discusión así, y el momento no puede ser más urgente. Los Diarios debieran analizar la pertinencia de sumarse a esta convocatoria abierta, toda vez que fueron parte de la "Declaración de Hermosillo" que el 30 de agosto de 2005 suscribieron varios editores de los Estados para dar seguimiento a los atentados contra periodistas, y en el que señaladamente el punto tres de aquella suscripción comprometía a "integrar un equipo especial de reporteros de investigación para profundizar en las indagaciones periodísticas que realizaban los periodistas victimados. Nos comprometemos a que el producto del trabajo de este equipo especial será publicado en todos los diarios participantes en este esfuerzo".
"Sumaremos – dice otro de los acuerdos - a este Encuentro de Editores de la Frontera Norte reuniones similares en el Centro y en el Sur de la República, que alienten a la prensa mexicana en este mismo propósito. Haremos esfuerzos adicionales para sumar al mayor número de periódicos de todo el país. Convocaremos asimismo, a medios electrónicos (radio, televisión e internet) para apoyar esta iniciativa".
En otros países se han producido este tipo de debates y han concluido en acuerdos específicos como los que sugiere Héctor Aguilar Camín. Lo hicieron los editores y periodistas colombianos cuando la guerra y el narcotráfico se aliaron contra todo bien público, incluido por supuesto el derecho a la información.
En Colombia, nos cuenta Eduardo Márquez G., "un ejemplo de esta actitud que marcó un hito en la relación medios de comunicación-comunidad, fueron las manifestaciones ciudadanas a raíz de una nota de un gran canal de televisión que mostró, descarnadamente y de manera reiterativa durante 3 días, el asesinato de un zapatero en medio de unos disturbios en Chinchiná. Cientos de cartas de protesta llegaron a los periódicos, cientos de llamadas inundaron las salas de control de las emisoras y los estudios de los noticieros de televisión e inclusive, un grupo de ciudadanos realizó una marcha en la ciudad de Ibagué para promover un acto de resistencia pacifica: apagar radios y televisores".
Como resultado de esa movilización cívica, grupos de periodistas y catedráticos de facultades de comunicación redactaron el Acuerdo por la Discreción, sobre la difusión de hechos violentos, firmado por 37 directores y codirectores de prensa escrita, radio y televisión, el 4 de noviembre de 1999. "Conscientes de la responsabilidad social de nuestro oficio, los profesionales de los Medios de Comunicación de Colombia nos comprometemos con este Acuerdo por la Discreción, porque queremos contribuir al logro de la paz, al respeto de la vida y a la búsqueda del bien común", dice en su introducción, el documento que termina: Preferimos perder una noticia antes que una vida".
Estoy convencido, por vocación, formación y destino, que el periodismo es en nuestro país, un puntal singularísimo en el edificio democrático. Tiene que ver con cimientos y con techo; porque puede ser conciencia de la sociedad y límite a la acción del gobierno. Pero necesita a nuestros días una redefinición de su papel histórico, una re-evolución de su actuación y los objetivos de su influencia a veces inimaginable. La transición atraviesa a los medios de comunicación; para serlo en verdad, necesita incorporarlos al rediseño de los nuevos tiempos, y no puede ser la comunicación, ni concretamente el periodismo, -ya sea radiofónico, televisivo o impreso-, excepción política de transformación; zona de impunidad jurídica en el campo de la responsabilidad social, o lo que es más grave, profesión sin reglas éticas o poder sin contrapeso. Mucho menos, jamás diría, instrumento que sirva a los propósitos del crimen organizado. El debate está abierto y la necesidad más urgente que nunca.
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