Santiago Creel y Lilly Téllez

Santiago Creel y Lilly Téllez

Creel y Téllez no son las únicas dos opciones que el blanquiazul tendría, pero es tal la pobreza que estas son las más sobresalientes, hasta ahora.

Milenio

S​antiago Creel me parece un hombre decente y un mal candidato, Lilly Téllez podría ser mejor candidata, no sé si mejor persona. Frases tan categóricas como la anterior suelen ser porosas cuando se les examina con cuidado y requieren ir acompañadas de matices y explicaciones. Y con todo es un buen arranque para dar cuenta del duro dilema en el que se encuentra el PAN para explorar un candidato a las elecciones presidenciales del próximo año. Comienzo por Creel.

Santiago Creel ha tenido una larga trayectoria que podríamos definir como la de un progresista entre conservadores y un conservador entre progresistas. Ciertamente pertenece a una de las familias de mayor alcurnia, que remonta al siglo XIX cuando su tatarabuelo Luis Terrazas era dueño de buena parte del norte del país. Pero el carácter ambiguo de la familia arranca desde este fundador, que además de terrateniente fue anfitrión, protector, aliado político y confidente de Benito Juárez y participó en la batalla de Chihuahua en contra de las tropas francesas. Eco de esos orígenes, Santiago estudió la preparatoria en la conservadora Universidad Panamericana, pero luego hizo la licenciatura en abogacía de la UNAM, tras lo cual realizó los posgrados extranjeros de rigor entre las élites mexicanas. Ha sido director de la escuela de Derecho del ITAM pero también profesor de la UNAM. Fue coordinador del Seminario del Castillo de Chapultepec, un grupo plural que influiría poderosamente en el círculo de Zedillo para conseguir la apertura política de esos años. Poco antes, como consejero ciudadano, al lado de Ortiz Pinchetti, dictaminó el fraude de Roberto Madrazo en contra de López Obrador en Tabasco y convencieron a Zedillo para que rechazara el triunfo del priista.

Y sin embargo, con las puertas potencialmente abiertas en cualquiera de los partidos, en 1997 aceptó una candidatura plurinominal a la Cámara de Diputados por parte del PAN y nunca abandonará ese partido. En el año 2000 compitió por la alcaldía de la Ciudad de México en contra de López Obrador, y se quedó corto por apenas cuatro puntos porcentuales (33.4% de los votos contra 37.7% del tabasqueño), un importante mérito considerando el fenómeno político en el que este último se convertiría. Para su desgracia, aquí le endilgaron el mote que lo perseguirá el resto de sus campañas: un candidato Totalmente Palacio.

Durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006) fue secretario de Gobernación y responsable en buena medida de la agenda política del país, al menos hasta donde lo permitieron las intervenciones de la consorte presidencial. Una valoración justa rebasaría los límites de este espacio, basta decir que se trató de una gestión tolerante y negociadora, aunque no exenta de negros en el arroz: los macheteros de Atenco, la intervención en Canal 40, los permisos precipitados a casinos, la ley Televisa y su ambigua participación, o no, en el intento de desafuero de López Obrador.

Desafecto al calderonismo, desde 2006 dejó la administración pública y desde entonces ha estado concentrado en tareas de dirigencia del PAN y en el Poder Legislativo (ha sido dos veces diputado federal, una senador y otra diputado constituyente de la Ciudad de México). Fue el coordinador de campaña extraoficial de Ricardo Anaya en la presidencial de 2018 y hoy es uno de los líderes más influyentes de ese partido.

Si fuese por correlación de fuerzas, Creel sería el candidato panista para las próximas elecciones. Tiene la influencia para conseguirlo y, al menos en papel, un atractivo adicional: si el PAN tuviese que “correrse al centro”, considerando el reclamo que hicieron las mayorías en 2018, Creel sería el menos ideologizado de los cuadros panistas, el menos conservador. Para su desgracia, este talante no coincide con la imagen que tiene el ciudadano de la calle: su físico, su procedencia, su estilo lo hacen sumamente vulnerable a la etiqueta fifí. Quizá por ello nunca ha ganado una elección popular, sus escaños siempre han sido resultado de una designación plurinominal. No veo cómo, a sus 70 años, pudiese cambiar esa percepción y convertirse en pocos meses en un candidato eficaz para aquello que importa en una campaña: conseguir votos.

Lilly Téllez no podría ser más diferente. Frente a los rasgos conciliadores de Creel, ella representaría las antípodas: la provocación, el boicot al diálogo en aras de la confrontación y la descalificación, la tribuna acusadora en lugar de la mesa de negociación. Y pese al discurso de ultraderecha que recientemente leyó, en un intento deliberado de mostrar algún fondo ideológico, me parece que su línea política es la ausencia de tal fondo, salvo lo que exija la coyuntura del momento. De otra manera no se explica haber abrazado la agenda de Morena, arroparse apasionadamente en ella durante la campaña, y cambiar en pocos meses al extremo opuesto. Y sin embargo, estamos describiendo el perfil de los Donald Trump que están tomando por asalto los procesos electorales actuales, tan viciados por la polarización, el espectáculo y la toxicidad de las redes sociales. Téllez sería una “buena” candidata medida en esos términos, aunque una pésima servidora pública. Algo en lo que, por lo demás, no tiene experiencia alguna.

Reportera y conductora de televisión vinculada durante años al grupo de Ricardo Salinas Pliego y sus políticas consecuentes al poder, padeció los roces que este consorcio sostuvo con actores políticos importantes. Esto le proporcionó una imagen de alguna manera asociada a la victimización. De allí la rescató López Obrador para aprovechar su popularidad y convertirla en votos. Reconvertida en ariete frontal en contra de la 4T, hoy los sondeos la muestran como la puntera entre los precandidatos del partido blanquiazul.

En teoría, el abanderado de la alianza de la oposición será definido por el PAN (el PRI a cambio obtuvo la candidatura para el Estado de México). Y digo en teoría, porque el PRI y su actual dirigencia son del color de la corbata que porten ese día. Creel y Téllez no son las únicas dos opciones que el blanquiazul tendría, pero es tal la pobreza que estas son las más sobresalientes, hasta ahora. En el fondo, se trata de un dilema gratuito porque las posibilidades de un triunfo en contra de Morena son prácticamente nulas. Si Lilly Téllez en verdad pudiera hacer la diferencia, el PAN estaría en verdaderos aprietos para no designarla. Pero, no siendo así, la historia y la reputación de ese partido pediría un candidato que postule los valores panistas. No tendría caso cargar, además de la derrota, el agravio adicional de una campaña vergonzante a la imagen de ese partido. Veremos.

Fuente: https://www.milenio.com/opinion/jorge-zepeda-patterson/pensandolo-bien/santiago-creel-y-lilly-tellez

Arriba